jueves, 26 de agosto de 2010

Termómetros callejeros

No se si será por el cambio climático, pero lo seguro es que vamos camino de terminar el agosto más caluroso de los últimos treinta años. Hace un calor tan sofocante que lo único que apetece es estar, como estoy yo ahora, con la habitación en penumbras para combatir este aire africano.

Y es que sales a la calle y te encuentras con los temidos termómetros callejeros, esos que te dan los buenos días a las nueve de la mañana marcando 28ºC, unos termómetros que hacen más daño que perjuicio, porque ya dice el refrán; "Ojos que no ven, corazón que no siente"; y lo peor de todo es que las temperaturas que dan son erróneas porque llevan al sol muchas horas y se sobrecalientan.

Estos "benditos" termómetros solo tienen la utilidad de asustar, tanto en invierno como en verano, y ser el foco de atención de las cámaras de televisión cuando a las tres de la tarde conectan con un sofocado reportero, que no puede estar en la playa de vacaciones, para que les cante la asombrosa cifra del termómetro que siempre tiene a sus espaldas, a pesar de que esa sea una temperatura más que agrandada de la real.

Yo, lo tengo claro, eliminaba la temperatura en los momentos de verano e invierno para no traumatizar a los conciudadanos, que son más felices sin saber que se están abrasando o congelando. Aunque si que es cierto, prefiero mil veces que las noticias de portada sean las meteorológicas porque eso significa que no hay problemas mayores, como el triste episodio de ayer en Afganistán.

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